lunes, 23 de marzo de 2015

CRISIS Y FIN DEL ESTADO BENEFACTOR (1940-1982)

El Estado benefactor y su proyecto modernizador nacionalista
Más tarde, ya consolidada la estructura política, durante la década de los 40, el Estado diseña un proyecto de crecimiento económico (modelo de sustitución de importaciones) que, revestido de una imagen protectora de justicia social, tuvo como meta la industrialización basada en la transferencia de recursos provenientes del campo (en particular, de la explotación del trabajo campesino). El detalle consiste en que, aunque se trataba de una economía dirigida, se dejó en manos de la iniciativa privada el desarrollo de las actividades productivas.
Este proyecto tuvo como base un "pacto social" entre los "factores de la producción". Ambos, patrón y trabajador, aceptaron el "tutelaje del Estado": el primero porque era el principal beneficiario (a través de todas las políticas que se instituyeron para estimular el crecimiento de la industria), el segundo porque el Estado, revistiéndose de una imagen paternalista, se autodenominó "protector del trabajador". El Estado, al mismo tiempo que adoptaba una retórica populista (obrerista y agrarista), instrumentaba políticas de bienestar social, fundaba toda una serie de instituciones que tenían como objeto proporcionar ciertos servicios sociales y asistenciales a los trabajadores y creaba también las condiciones favorables para que la burguesía, que hasta aquel entonces había sido débil y numéricamente escasa, se desarrollara y fortaleciera: construyó la infraestructura necesaria para la industria, hubo exención de impuestos, servicios subsidiados, mano de obra controlada y barata, protecciones arancelarias. Desde aquel tiempo, se estableció entre los dos sectores hegemónicos (burocracia y burguesía) una relación muy estrecha y, aunque por momentos ha podido ocurrir que la segunda quisiera sacudirse de la tutela de la primera, los conflictos surgidos entre ambas han sido más bien verbales que auténticos, ya que la burguesía ha gozado de ventajas inmensas bajo el ala protectora del Estado. Esta relación sigue siendo determinante, incluso en la actual reestructuración en la que la acción del Estado se retrae en beneficio del laissez faire económico.
El proyecto de gestión que la burocracia presentó como "vía nacionalista hacia el desarrollo",
prevaleció hasta 1982. A nombre del crecimiento económico y del progreso, y a pesar de la
retórica populista que pretendía haber logrado el bienestar social, este proyecto produjo una
sociedad extremadamente desigual en la que, después de cierto auge en los años 60 (en 1960,
el ingreso anual per cápita se había elevado a algo más de 300 dólares), la riqueza tendió a
concentrarse en una minoría cada vez más reducida.
Por otra parte, el proyecto de industrialización (sustitución de importaciones), eminentemente
proteccionista, no logró ir más allá de las primeras etapas; su implantación resultó muy
costosa, sus productos fueron de mala calidad y, a causa de los bajos ingresos de las mayorías,
no se consiguió crear un mercado interno amplio. Por lo demás, se consolidó una burguesía con
escaso espíritu de empresa, acostumbrada a las ganancias fáciles y a depender de la protección
del Estado. Este proyecto favoreció también el surgimiento de una inmensa burocracia. Este
modelo comenzó a manifestar sus primeros síntomas de agotamiento a finales de la década de
los 60, pero no se modificó sino hasta mediados de la década de los 80.
Hay que añadir que otros factores, de carácter más bien ideológico, han contribuido a
mantener dicha estabilidad: la mitificación de la revolución y del Estado surgido de ella, así como
del proyecto de modernización nacionalista del país, mismo que inundó al país de lemas como
"México para los mexicanos", "lo hecho en México está bien hecho", etc. De igual manera, la
ideología del crecimiento que favoreció a ciertas capas de la población, en su mayoría urbanas,
sirvió de espejismo colectivo, creando la ilusión de que el progreso beneficiaría tarde o temprano
a todos. El actual proyecto neoliberal tiende a sustituir todos estos mitos e ilusiones por los de la
modernización y el ingreso al Primer Mundo.
La transformación neoliberal
El presidente Miguel de la Madrid (1982-1988), al iniciar su sexenio, hizo público el PIRE (Programa Inmediato de Reorganización Económica) con el que se iniciaba el viraje hacia el modelo neoliberal aplicando las estrategias elaboradas por el FMI para nuestro país, que habían sido concertadas poco tiempo antes (noviembre de 1982) en una carta de intención.
Los acuerdos con el FMI (Fondo Monetario Internacional) se han proseguido desde entonces, En términos generales, incluyen políticas de ajuste macroecómico y reformas de tipo estructural: entre las primeras se contemplan la apertura comercial, la austeridad en el gasto público, una prudente gestión monetaria y, como objetivos prioritarios, la estabilidad financiera, el control de la inflación y el pago de la deuda; las segundas se articulan alrededor de tres ejes: el sistema fiscal para incrementar ingresos, la desreglamentación interna (que prevé la eliminación del control de precios, de las subvenciones y de cierta rigidez en el mercado del trabajo) y externa (apertura hacia el exterior mediante la reducción de derechos aduanales y el abandono del régimen de licencias de exportación así como el libre arribo de inversiones extranjeras), y las privatizaciones (que contribuirían a reequilibrar temporalmente las finanzas públicas). Si bien el grueso de estas transformaciones se someten a los requerimientos del FMI:
privatización, apertura comercial e incluso reforma educativa, en su aplicación adquieren características específicas que responden a los intereses concretos de la élite gobernante y su afán de conducir con éxito los cambios económicos sin perder por ello la hegemonía del poder. Aunque pretenden hacerse de acuerdo a estrategias eminentemente racionales (como loquisiera el gabinete económico), estas modificaciones parecen más bien regirse por motivos y necesidades inmediatas. En realidad, la mayoría de las metas del Plan del Desarrollo 1989-1994, a excepción de la cuenta pública, no se han alcanzado: se pensaba llegar a tener una inflación entre 3 y 5% (en 1992 fue de 12.2%), hacer crecer el PIB en un 6% (en 1992 fue de 2.6%), etc. La privatización se ha llevado a cabo en forma acelerada: en 1982 existían 1155 empresas estatales, en 1992 quedaban 239, y la Secretaría de Hacienda piensa vender 37 más en 1993.
Los procedimientos mediante los cuales se ha efectuado no han sido muy claros y a veces las ventas se han realizado en condiciones desventajosas, lo que permite suponer tras ellas negocios no muy limpios: tal parece ser el caso, por ejemplo, de Cananea y de Tabamex. Aunque, por otra parte, se obtuvieron óptimas ganancias de la venta de los bancos.
Después de diez años de haberse iniciado la privatización, muchas de las empresas presentan más problemas que cuando se encontraban en manos del Estado, como fue el caso de los ingenios azucareros y otras empresas.
Después de diez años de haberse iniciado la privatización, muchas de las empresas presentan más problemas que cuando se encontraban en manos del Estado, como fue el caso de los ingenios azucareros y otras empresas.

¿Se puede hablar de un cambio del Estado de bienestar a un Estado neoliberal? 
Para ciertos analistas, como Denise Dresser, se trata de una nueva forma de estatismo de carácter dual que, por una parte, promueve una política económica neoliberal y, por la otra, aplica una política social "neopopulista" para asegurar la supervivencia política del grupo en el poder.
Promueve la desregulación y la liberación en nombre de la eficiencia, y al mismo tiempo aumenta las asignaciones discrecionales del gasto público para apoyar a sectores "ineficientes", es decir, no productivos. El objetivo de esta canalización "ineficiente" de recursos es asegurar el consenso político en un contexto de ajuste estructural del que no se quiere perder el control. Y para mantenerse en el poder, la "fracción eficientista" (como ella designa a la élite en el poder) tendrá que seguir canalizando recursos con el fin de compensar a los pobres y ganarse aliados mediante una intervención estatal de tipo discrecional.
Estado propiamente liberal; entre un Estado y otro se observan elementos de continuidad y de ruptura. En efecto, al privatizar una gran cantidad de paraestatales la dimensión del Estado se ha reducido; no obstante, difícilmente puede creerse que el tamaño del Estado en sí haya disminuido mucho, ya que se creó un programa como el Pronasol, la SEDUE desapareció en 1992 pero fue remplazada por la Sedesol, la Secretaría de Programación y Presupuesto se disolvió el mismo año pero su personal se incorporó en gran parte a Hacienda, y se mantiene una Secretaría de la Reforma Agraria que, después de la reforma del artículo 27, ha perdido razón de ser.

La intervención del Estado en la economía no ha desaparecido: es cierto que éste ha dejado de ser patrón al privatizar empresas y que ha liberado la economía al desreglamentar los intercambios mercantiles. Pero sí sigue interviniendo a través de rígidas políticas monetarias y financieras, lo que repercute de una manera negativa sobre la producción nacional, en particularla micro y pequeña industria.

lunes, 9 de marzo de 2015

NEOLIBERALISMO, GLOBALIZACIÓN Y ALTERNATIVAS ECONÓMICAS







Los siguientes enlaces para los vídeos titulados:

"La historia de las Cosas"

https://www.youtube.com/watch?v=CZPKtINOqV0

"Obsolescencia programada Comprar, tirar, comprar "

https://www.youtube.com/watch?v=44G5T2tAJhc

De este video hay que realizar las causas, desarrollo y consecuencias del tema obsolescencia programada y elaborar una síntesis.